domingo, 6 de marzo de 2011

La soledad de Aurora II


Volvió. Con pocas ganas, pero el 23 de Marzo aterrizaba su avión en Barajas. 17:55. Sonaba Sigur Ros en su reproductor a pesar de que la azafata le había advertido minutos antes que debía apagar todos los aparatos electrónicos. Poco le importaba. Un sol cálido acariciaba el rostro de Aurora. Pero los destellos del atardecer no impedían que se asomara por la ventanilla.

Madrid se desplegaba a lo lejos. Tan diminuta y monumental. No había echado de menos su ciudad hasta ahora. Su aroma a tabaco, a whisky malo, a mala vida a dulce muerte. Deseaba volver a fumar su contaminación, pasear sus calles aglomeradas, escuchar el eco del tráfico y perderse entre su gente.

Estaba muy tranquila. Sabía que él no estaría esperándola en el aeropuerto, y eso la aliviaba. El reencuentro iba a ser demasiado violento. Ella se había marchado con las ideas desordenadas pero volvía sumida en el caos. No tenía ganas de verle. Ni de ese café, ni de esa caña, ni de ese vino, ni de ese polvo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario